Historias

‘Perdone lo poquito’ / Opinión en diario Portafolio

Andrés Carne de Res en egonomista.com

¿Quiere entrevistar a Robert Kiyosaky?, me preguntan. ¿El de los libros del supermercado?, respondo. El experto en éxito de los negocios y claves para tener libertad financiera –me corrigen, con un poco de soberbia–. Sí, es el mismo, asiento. Al siguiente día, luego de 30 minutos de entrevista, llegó la conclusión: la pobreza se lleva en la mente (y la riqueza). En pocas palabras, aquello que los colombianos dejamos entrever con expresiones como ‘Dios le pague’, ‘pudo ser peor’, ‘de pronto no le convenía’, ‘perdone lo poquito’.

De hecho, también recordé el reciente recorrido del presidente Juan Manuel Santos por Europa para, entre otros, recaudar fondos a favor del posconflicto, lo que se denomina en el argot popular, hacer una vaca entre países (para la paz) o pedir ‘limosna’, entre los más críticos. Por supuesto, que también pasó por mi agenda la reciente fotografía del Alcalde de Cartagena con el príncipe Carlos y su esposa Camila, donde rinden homenaje al derrotado intento de los británicos de invadir estas colonias. Pobre Blas de Lezo, qué rápido olvido. Es natural. Lo tenemos en la estructura del país. En algunas mentes.

Las cifras de Colombia, indiscutiblemente mejores que hace unos años, contrastan con hechos que no se miden con indicadores, sino con la actitud de la gente, del capital humano. Crecemos al 4,5%, tenemos una tasa de interés (y una política monetaria en general) estable –4,5%– consecuente con la inflación anual controlada del 3%, el desempleo bajó a 9%, estamos entre las tres primeras economías de la región (por debajo de Brasil y México), la clase media crece y tenemos una marca que sigue avanzando en reputación internacional (lo que se ve reflejado en turismo e inversión extranjera).

Pero, basta recorrer los escasos carriles de la doble calzada Bogotá-Girardot, la historia de que en Colombia la salud ‘jamás’ podrá ser gratuita (porque la plata n alcanza), la promoción educativa de ‘sea técnico que así consigue trabajo más fácil’ o ‘firme más TLC que por el camino arreglamos las cargas’ para darnos cuenta de que necesitamos un cambio generalizado de actitud.

Somos de los países que no exigimos visa a los que sí lo hacen con nosotros, y tenemos una Selección que busca tomarse selfies (o cambiar camisetas) con los jugadores del equipo contrario, antes de perder el partido. Aún creemos que hacer un metro en Bogotá es una obra colosal (y seguimos analizando si hacerlo o no) cuando en Suramérica somos prácticamente los únicos que no hemos sido capaces de construirlo. Podría ser peor, sin duda -así es como pensamos-. Pero no nos gusta que nos digan las cosas (o preferimos mirar a otro lado). Nos molesta.

Y nos falta pensar diferente. Entender que un cambio de actitud del país permite generar innovación, transformación productiva, respeto internacional, visión de largo plazo y conciencia colectiva. No es posible que los alumnos de los doctorados en Colombia se cuenten con los dedos de una mano y que los pocos, los estudien con el argumento de que ‘eso solo sirve para ser profesor’. Vivimos en un país donde se pierden cientos de becas en Colciencias, porque nadie habla inglés.

Se preguntarán qué pasó con la entrevista a mi personaje. Bueno, no me podía quedar atrás y le llevé un obsequio. Le compartí un libro de Andrés Carne de Res, que conseguí en el aeropuerto, con lo mejor de Colombia, su gente, economía, gastronomía y sitios turísticos. Lo miró, y dijo gracias: Le respondí: ‘perdone lo poquito’.

Por: Juan Manuel Ramírez Montero / Twitter: @Juamon / 

Publicado en diario Portafolio (18/11/2014)