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Educación

El martes 9 de octubre del 2012, Malala Yousafzai –la reciente ganadora del Premio Nobel de Paz– recibió un disparo en la cabeza cuando se dirigía en el bus hacia el Colegio Khushal, en Mingora, la principal ciudad de Swat (una provincia de Pakistán). Un joven talibán empuñó su arma cuando esta niña apenas llegaba a los 15 años. En ese momento, ella había decidido contarle al mundo, a través de su blog en la cadena londinense BBC, el rechazo al que son sometidas las mujeres en ese lugar del planeta por asistir a la escuela.

En su autobiografía, ella relata que pensó días antes en cómo sería un posible atentado: “Había imaginado que un terrorista surgiría en aquel lugar y me dispararía. Me preguntaba cómo reaccionaría yo. ¿Me quitaría un zapato y le golpearía con él? Pero después pensaba que entonces no habría ninguna diferencia entre los terroristas y yo”. Hoy, Malala se convirtió en la voz de las niñas que carecen de acceso a la educación.

Aunque no lo crean, en el siglo XXI hay quienes consideran inapropiado que las mujeres accedan a la educación. “Era una niña en una tierra en la que se disparan rifles al aire para celebrar la llegada de un hijo varón, mientras que a las hijas se las oculta tras una cortina y su función en la vida no es más que preparar la comida y procrear”, afirma la nobel, en la extensa entrevista que le hizo Christina Lamb. Desde Londres, ahora Malala envía mensajes permanentes a la opinión pública para que se sumen a la causa que lidera desde la fundación que lleva su nombre.

Y ese es el desafío, el acceso y la calidad en la educación. Colombia no es la excepción en ese propósito. De hecho, el año pasado, la revista Semana reveló una desafiante realidad. En los resultados de las pruebas Pisa 2012, el país quedó en el puesto 62, entre 65 naciones, en cuanto a matemáticas y lenguaje, y de último entre 44, en los exámenes de solución creativa de problemas. Para resolver un problema en internet un niño necesita cinco clics en cualquier país miembro de la Ocde, mientras que en nuestro país requiere de 38. Cada año se gradúan 12.217 estudiantes de doctorado en Brasil, 4.665 en México, 1.680 en Argentina, 1.235 en Cuba, 514 en Chile y 245 en Colombia. Nos demoramos 12 años en pasar de la calificación pobre a buena en las pruebas Pisa.

De los casi 15’600.000 de jóvenes entre 0 y 17 años que hay en Colombia, solo el 64 por ciento se encuentra en un plantel educativo. Mientras en el estrato 1 los estudiantes han recibido, en promedio, 5,2 años de educación, en el estrato 6, la cifra asciende a 12,7 años. Y en el caso de los adultos (de 25 años), el tiempo promedio de estudio en Colombia es de 7,3 años, en México, 8,5; en Argentina, 9,2, y Chile, 9,7.

Esta radiografía evidencia lo urgente de la intervención educativa. Si el país afronta el desafío de manera estructural, en el largo plazo tendremos más libros y menos armas atentando contra los jóvenes.

Por: Juan Manuel Ramírez Montero / Twitter: @Juamon /

Publicado Portafolio 03/16/2015