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Cuba

La caída del embargo histórico de Estados Unidos a Cuba es inminente. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre esos dos países, en medio de los aplausos de la comunidad internacional, es tal vez uno de los hechos más importantes de los últimos 60 años. Estamos asistiendo a un cambio de enfoque y discurso en la política exterior americana (eso, por supuesto, incluye a Latinoamérica).

Y hay distintos ganadores. Desde la barrera estadounidense se triunfó, en la medida en que el régimen cubano reconoció los errores del modelo ortodoxo socialista con el cual, literalmente, se sacrificaron varias generaciones inspiradas en una utopía. Fueron seis décadas en las que Cuba pasó de ser una isla, que solo servía como lugar de entretenimiento norteamericano, a un territorio en el que los servicios básicos apenas alcanzaron a cubrirse entre la ciudadanía, con graves dificultades. Los niveles de educación, envidiables para la región (se destacan los médicos y docentes), contrastan con los salarios de miseria impuestos para los trabajadores. Hay que recordar que un periodista reconocido en La Habana gana 50 dólares al mes, en promedio, es decir, unos 120.000 pesos (incluso menos de lo que pagan en Colombia, que ya de por sí es malo).

Y al otro lado del rin está Cuba, gobernada por un régimen que a mitad del siglo XX logró imponerse a través de la fuerza como un símbolo de esperanza y libertad, y que hoy decidió hacer ajustes a su modelo. Pero se trata de un gobierno que también gana, pues logró sacar provecho de sus históricos aliados. En su momento, la Unión Soviética financió buena parte de sus gastos de funcionamiento, programas educativos, sistemas de intercambio, y hasta algunos elementos armamentistas. Luego llegó China, como una alternativa que se sintonizaba con su forma de ver el mundo. Desde esa perspectiva socialista, el gigante asiático se convirtió en el hermano mayor que suministró alimentos, armas y transferencia tecnológica para la isla. Pero pasó el tiempo, cayó la Unión Soviética y el nuevo gran aliado fue Venezuela, gobernada por el presidente Hugo Chávez, quien comulgaba con el entonces líder político Fidel Castro. Allí los niveles de cooperación iniciaron en grandes proporciones: combustible, derechos de exploración de hidrocarburos en mar territorial, intercambios académicos, programas sociales enfocados en el sector salud, evangelización de la importancia del socialismo a sus ciudadanos e incluso una alineación en el denominado ‘discurso antiimperialista’ contra EE. UU.

Uno puede decir, sin temor a equivocarse, que Cuba usó a Venezuela y a sus demás aliados, cuando comprendió que el sistema perfecto es aquel que, como los buenos cócteles, combina un poco de los mejores licores. Ahora que Venezuela está en la quiebra y pasa por uno de sus peores momentos de la historia económica, ya no la necesita. Eso explica la coyuntura que estamos viviendo. Así funciona el juego de la política. Y desde esa perspectiva, los Castro (al referirme a Raúl y Fidel) han sido hábiles.

La expectativa es clara en el corto plazo y el escándalo del empresario republicano Donald Trump, da luces en ese sentido. Estados Unidos necesita mirar hacia la población latina con propiedad y respeto. Y Colombia tiene un gran papel aquí. Cuba no solo es parte de la región sino, que hoy es la casa de la paz. Es el lugar donde se construye la salida a uno de los conflictos que han parecido eternos. Paradójicamente, el embargo a Cuba tiene los mismos años que el daño que las Farc les ha hecho a los colombianos.

Juan Manuel Ramírez
Consultor / ibaweb@hotmail.com