Prensa

Toda una ironía

¿Qué compras? Repelente para los mosquitos –me respondió un amigo venezolano–. ¿Acaso no consigues eso en un país que está lleno de petróleo? Eso mismo me pregunto –agregó con rostro indignado Luis De San Martín, un importante periodista del vecino país–, y avanza con el carrito repleto de productos de aseo, en un supermercado de Bombay, donde yo compro souvenirs para la familia.

Quién lo diría. Venezuela es un país de casi 30 millones de habitantes, 24 estados, un PIB de 400.000 millones de dólares (puesto 33 a nivel mundial), un índice de desarrollo humano de 0,7 (alto), una inflación del 39 por ciento (los precios de los productos pueden aumentar hasta 130%), un porcentaje de población pobre del 32 por ciento, una tasa de desempleo del 6,7 por ciento y unas reservas probadas de petróleo de 298.000 millones de barriles (el mayor a nivel mundial, incluso por encima de Arabia Saudí). Toda una ironía.

Eso es Venezuela. Un paradigma, donde abundan los recursos y la escasez. O tal vez una contradicción. Me vuelvo a encontrar en la caja a mi colega. ¿Entonces, no es mentira aquello de que falta el papel en tu país? Estamos viviendo una escasez generalizada de productos. Algunas cosas básicas están subsidiadas por cuenta de los altos precios, pero otras sencillamente no se consiguen –me responde en forma airada–. Es que en mi país el sentido común es el menos común de los sentidos –y paga la cuenta con su tarjeta–.

A veces pareciera que el denominado modelo socialista, que dista mucho del tradicional esquema implementado en Europa, e incluso en países como Argentina y Brasil, donde se instala un Estado de Bienestar entre los ciudadanos, con el auspicio financiero del Gobierno, fracasó sin posibilidades de salvavidas a la vista. La inversión extranjera huyó despavorida desde las tormentosas nacionalizaciones del periodo chavista y los medios de comunicación han sido víctimas de persecuciones sistemáticas, conocidas por todos.

Ahora, se sabe que el Gobierno venezolano importará, como no lo hacía desde hace más de 20 años, petróleo (crudo liviano) con el fin de realizar una mezcla que les permita dinamizar las exportaciones. Acto seguido, Goldman Sachs proyecta un precio de 85 dólares por barril de crudo para el 2015. ¿Cómo financiarán los bolivarianos su revolución con un nivel de desfinanciamiento tan alto? ¿Por qué razón no se ha logrado reducir la dependencia de los hidrocarburos en Venezuela? ¿Se está desperdiciando un momento clave de la historia para darle un vuelco a ese país?

Esas preguntas que pensé en voz alta, mientras pagaba en aquel supermercado fueron resueltas por mi colega con otro interrogante. ¿Acaso no ves a tanto colombiano regresándose para tu país? El hecho es que en Venezuela se invirtió la fórmula tradicional de la teoría económica, primero crecimiento para que haya desarrollo. Se intentó forzar un desarrollo desenfocado sin una economía que lo sostuviera.

Tomé las bolsas, horas después abordé mi avión y cuando aterricé en Bogotá, para soportar los eternos trancones, concluí que por lo menos acá sabemos lo que estamos haciendo. Al abismo o al paraíso, pero tenemos claro para dónde vamos. Otra ironía.

 

Por: Juan Manuel Ramírez Montero / Twitter: @Juamon /

Publicado El Portafolio  03/11/2014