Paula Montoya es cubana, periodista. Tiene la energía propia de su juventud, defiende al régimen de Fidel Castro. Es apenas natural. Cuando nació era lo que había. Hoy, las cosas están cambiando. Me la encuentro en una rueda de prensa muy lejos de su país. Un viceministro cubano anuncia cambios en el modelo económico. Es el comienzo de una apertura progresiva al mundo. Hay noticia.
Hablar de Cuba no es fácil “se requiere contexto”, dice Paula. Y es cierto. Ese país ha sobrevivido a un verdadero bloqueo comercial que les ha impedido relacionarse con cualquier economía. Son tildados como favorecedores del terrorismo. Me parece injusto, pero así es la política. Sin embargo, desde la llegada de la revolución cubana, el primero de enero de 1959, cuando cayó la dictadura del general Fulgencio Batista, la esperanza de no ser el casino de Estados Unidos no se quedó sino en ilusiones. Promesas.
Fidel Castro llegó al poder para promover un modelo socialista que, posteriormente, contó con el apoyo de la Unión Soviética. Algunos podrían considerarlo como la ‘redistribución equitativa de la pobreza’. Vaya paradoja. Luego de la caída de la URSS, entre 1990 y 1991, Cuba quedó a la deriva y padeció los efectos del bloqueo comercial. Carros viejos, escasez de productos básicos, desconexión de los medios de comunicación y una campaña anticapitalista permanente.
El 2 de febrero de 1999, con la llegada al poder del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, las cosas comenzaron a cambiar. Nuevamente, y esta vez más cerca, Cuba contaría con un aliado que les daría la mano –y así lo hizo– en medio de la escasez. Lo cierto es que hoy, fallecido el padre de la denominada ‘revolución bolivariana’ y retirado Fidel Castro, la isla ha dado un giro lento, pero contundente. En palabras del expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, Cuba es el sacrificio de varias generaciones para promover una utopía, algo así como un capricho.
Allá en la isla, donde, además, están negociando el proceso de paz más importante de los últimos 60 años en Colombia, las cosas tienen otras proporciones. Un periodista se gana 50 dólares al mes. Los restaurantes son para los extranjeros y la ración de comida no es más que frijoles, lentejas y arroz. La carne es un lujo. Los libros, la ropa y los productos de aseo no son de fácil acceso al ciudadano. Las redes son intermitentes y pocos hablan en contra del Gobierno.
Hay que analizar el contexto. Es cierto. El bloqueo ha sido una desproporción. Y la dictadura un completo abuso. En la mitad, los ciudadanos que han tenido que padecer tantos años de diferencias frente al resto de Latinoamérica. Ya nunca sabremos qué habría sucedido si no hubiera llegado la dichosa revolución cubana, pero lo que sí es claro es que hoy se ha entendido que el modelo no debe ser socialista o capitalista, sino incluyente y respetuoso de la gente.
Pronto Cuba será muy distinta. Cambiará para bien.
Por: Juan Manuel Ramírez Montero / Twitter: @Juamon /